lunes, 9 de enero de 2012

Tres trasplantes, tres vidas recuperadas


El hombre sin rostro, la mujer deformada por un chimpancé y el que no salía a la calle por miedo a los comentarios. Podrían ser frases de circo para presentar a personajes cómicos o teatrales, sin embargo corresponden a pacientes que, por un motivo u otro, perdieron su rostro y con él su identidad. Estas tres personas han recuperado su normalidad gracias a los trasplantes de cara realizados en el Hospital Brigham and Women's (BWH), en Boston (EEUU). Los médicos que participaron en estas tres operaciones cuentan ahora en la revista médica 'The New England Journal of Medicine' cuáles son las claves de estos trasplantes y cómo ha sido la evolución de los pacientes. 
Dallas Wiens, de 25 años, perdió por completo su rostro tras un aparatoso accidente eléctrico en el año 2008. No podía respirar por la nariz, no tenía ninguna expresión facial... No tenía rostro, en definitiva. Pero tras17 horas en quirófano, recibir 24 unidades de hematíes y 13 de plasma, es decir, entre tres y cuatro litros de sangre, salió con una nueva cara que le permitió, meses después, aparecer públicamente para dar las gracias a la familia del donante. Detalles de esta operación, y de las otras tres realizadas en el BWH, son ahora publicados para compartir esta experiencia con el resto de médicos que están, o quieren estar, implicados en un trasplante de cara.
Este cirujano, junto con el resto de su equipo, cuenta cómo utilizaron determinados nervios de los donantes, como los de los brazos, para unirlos a los colgajos de la cara de los receptores. "Nuestra estrategia quirúrgica utiliza todos los grades nervios motores y sensitivos para ofrecer un feedback propioceptivo [señales del injerto al organismo] a medida que el injerto se recupera, facilitando la integración cortical de la nueva cara", señalan los médicos del BWH.
En cuanto a la circulación facial, los cirujanos explican que planificaron la recuperación de los tejidos implantados mediante un suplemento vascular simplificado "guiado por un preciso mapa de los vasos en el receptor", ya que, según explican, implantar vaso por vaso hubiera complicado y prolongado la recuperación del injerto. Con esta técnica consiguieron la recuperación facial de los tres pacientes en menos de cuatro horas.
A pesar del espectacular resultado que se pudo ver en cada uno de estos tres pacientes, el postoperatorio no fue un camino de rosas. Charla Nash, la mujer que fue atacada por un chimpancé y que se quedó sin nariz, ojos, labios y maxilar, sufrió un rechazo agudo al mes y medio de ser intervenida,sufrió una trombosis venosa profunda en la pierna izquierda en el tercer mes, y tuvo varias infecciones. No obstante, ha tenido avances en su recuperación. Antes de ser intervenida no podía respirar, hablaba con dificultad, no tenía expresión facial y era incapaz de cerrar la boca. Gracias al trasplante, a los dos meses podía respirar por la nariz y por la boca. También ha ido adquiriendo sensibilidad en diferentes zonas de su cara, aunque por el momento no ha recuperado la función motora
Por su parte, James Maki, que perdió su nariz, el labio superior, las mejillas, el paladar así como varios músculos y nervios de su cara tras caer sobre un raíl electrificado en el metro de Boston en 2005, sufrió una neumonía al segundo día de ser intervenido. A pesar de este contratiempo, al ser dado de alta de la UCI, cuatro días después de su operación, ya podía comer, beber y ver con su nueva cara. Sin embargo, dos semanas después presentó un rechazo del que se recuperó y fue dado de alta dos meses más tarde. En el momento de la recopilación de datos para este artículo, el paciente ya tenía sensación en su frente y barbilla y movía sus labios burdamente.
"Nuestro objetivo sigue siendo documentar el progreso de los pacientes que han recibido un trasplante de cara, y perfeccionar el uso de los inmunosupresores", afirma Pomahac. De hecho, en el artículo que publican ahora estos cirujanos señalan que esperan inminentes y graduales cambios en la apariencia facial de estos pacientes. "Anticipamos que el esqueleto y el volumen facial podrían moldear la apariencia final, haciendo improbable el parecido con los donantes. Es nuestra opinión subjetiva, al igual que la de las familias de dos donantes, que opinan que los pacientes no se parecen a sus familiares (la otra familia ha elegido permanecer en el anonimato)", explican los médicos.

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