Hace años que la sociedad estadounidense debate acerca de la abolición de la pena de muerte y desde el sector médico se combate la inyección letal -el método predilecto de ejecución- con argumentos científicos. Ahora, algunas compañías farmacéuticas también están aportando su granito de arena a la cuestión. Los fabricantes de dos compuestos del mortal cóctel han dejado de producir o han restringido la distribución de sus productos para que no se empleen con este fin.
La inyección letal que aplican 33 estados de EEUU se componía, hasta hace poco, de tres fármacos: tiopental sódico (anestésico fabricado por Hospira), bromuro de pancuronio (bloqueante muscular de la misma firma) y cloruro potásico (electrolito). Pero a principios de 2011, Hospira dejó de producir tiopental ante la incapacidad de garantizar que no se usaría en ejecuciones de reos, requisito exigido por el Gobierno de Italia, donde la empresa planeaba abrir una nueva planta.
"En consecuencia, las autoridades de los estados que llevan a cabo las sentencias de muerte cambiaron [este fármaco] al pentobarbital, fabricado por Lundbeck", explica David Nicholl, del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, en una carta abierta al consejero delegado de Hospira. A pesar de las dudas inciales, la compañía decidió restringir la distribución para evitar que su producto llegara a las inyecciones letales.
Lundbeck "llegó incluso a escribir al Gobernador de Florida para advertirle de los riesgos que supone el uso del pentobarbital para las ejecuciones", recuerda Nicholl. No es la primera vez que un médico pone en entredicho la 'humanidad' de este método de ejecución basándose en la ineficacia de estos fármacos cuando no se usan adecuadamente y no se emplean protocolos. La reacción de la farmacéutica, sin embargo, es insólita. En la carta, publicada en la revista 'The Lancet', Nicholl dirige el foco de nuevo a Hospira, "el único proveedor de pancuronio" (otro de los componentes de la inyección) y le pregunta a Michael Ball, su consejero delegado, qué piensa hacer para remediar esta situación en virtud del compromiso ético de la compañía. "Es momento de que Hospira abandone las palabras bonitas, sin afectar a los pacientes, y ponga en marcha la distribución restringida del pancuronio", subraya el experto británico. A pesar del gesto de la empresa de suspender la producción de tiopental, la tibia respuesta de Ball ante las peticiones de Nicholl se aleja de la política de no colaboración con la ejecución de presos. Ball insiste en su misiva que Hospira siempre ha declarado que "no apoya el uso de sus productos en la inyección letal" pero señala que "los esfuerzos para influir en las normas deben dirigirse a los legisladores".
No parece que el debate vaya a tener un final próximo pero, mientras tanto, como apunta Nicholl: "Ninguna compañía farmacéutica responsable debería tener nada que ver con las ejecuciones".
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